jueves, 19 de abril de 2012

Política sin política


El liberalismo es la política del pensamiento suave, la deliberación y el diálogo que se dan en el ambiente civilizado. La atomización del poder, el paradigma liberal por excelencia, se volvió tanto un canon que terminó esterilizando a la política. De hecho, para algunos autores, el liberalismo no es política sino su postura antitética. Ese el caso de Carl Schmitt, que encontraba en esta tradición un cáncer discursivo ya bastante desperdigado por todo el mundo modernizado: el paradigma de la tolerancia. Lo que él veía en ese entonces no era política sino escenarios en los cuales la discusión y la negociación suplieron –y hasta hoy suplen – el estado de verdadera deliberación que propone la naturaleza de la política.
Si bien la política es un concepto difícil de definir, su naturaleza yace en un eje de conflicto: la perenne dicotomía entre amigo y enemigo. Detrás de toda discusión se encuentra la posibilidad de guerra y la necesidad de dominación, la política en sí requiere de una imposición entre los grupos, de los que son amigos entre sí contra los que son sus enemigos.
Es por eso que en el liberalismo reside un panorama desolador. A los ojos de Schmitt lo que se hace en las sociedades modernas, particularmente en los parlamentos como depositarios de la soberanía nacional, no es política sino una caricaturización de ésta. En los espacios de deliberación no se encuentra la capacidad de tomar decisiones sino de discutir con escepticismo las posturas sobre los problemas, posturas que pueden cambiar en caso de que el legislador lo requiera. La posibilidad de encontrar una verdad está vedada por los mismos esquemas deliberativos: la discusión es infinita, la negociación es meramente una transacción, y la política es inofensiva.
Creo que lo que se halla detrás del discurso de Schmitt es una señal de advertencia. Detrás de la política tal como él la ve no se encuentra únicamente la voluntad de poder de un grupo (entendida en un sentido nietzscheano), también se encuentra la necesidad ontológica de darle sentido a nuestra existencia. La posibilidad de guerra en una discusión, en una democracia, es un principio que le otorga al ser humano la capacidad de auto realizarse. Esa emergencia es la que el liberalismo intenta soslayar y dejar en la medianía. A los ojos de Schmitt, la consecuencia es que tenemos un Estado donde se diluyen las diferencias sin capacidad alguna de tener grandes proyectos unificadores. Es la política del pensamiento suave, la política que no se toma en serio, la política sin política.

8 comentarios:

  1. El argumento se sigue de aceptar la definición de la política como amigo-enemigo por lo que la crítica es invalida si se toma otra visión (digamos, la de Arendt como la capacidad de la sociedad para crear).

    De todas formas, esa crítica siempre me ha parecido necesaria pero redundante. Es decir, por supuesto que el liberalismo renuncia a la posibilidad de darle sentido a la existencia de los individuos, ese es el punto de partida no la consecuencia. Si el Estado interfiere en el sentido de la vida ¿cómo es posible la libertad? En ese sentido, " la política del pensamiento suave, la política que no se toma en serio, la política sin política" es un halago, no una crítica.

    Además, actualmente existen alternativas que, sin eliminar al liberalismo de la ecuación, toman en cuenta la necesidad de trascendencia humana: el comunitarismo, el republicanismo, el liberalismo del segundo Rawls, la política irónica de Rorty...

    Queda mucho que sacarle a Schmitt pero esa crítica en particular está chafona.

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  2. Hola Daniel,
    En términos generales creo compartir la crítica que subyace a tu comentario (aquello que Badiou y Rancière retoman al cuestionar "la política" liberal-parlamentaria como eminentemente conservadora, y que de hecho es re-nombrada por Rancière como "policía"). Sólo algunas pensamiento que me surgieron:
    1.- ¿A qué nos referimos con "liberalismo"?, entiendo muy bien tu punto, pero creo la crítica que se deriva de Agamben, por ejemplo, va más allá de "máscaras estatales": se centra en el poder autoreferencial por sí mismo. Es decir: el sistema de partido-estado ruso ( no-liberal, si asumimos una definición ideológica tradicional) es igualmente criticado por Badiou por las mismas razones que esgrimes: se convierte en consenso, apaciguamiento de inexistentes, etc (todo lo contrario a su "política del acontecimiento, o de la emancipación"). Mi punto es: quizás tu tu crítica va más allá de lo que sea que "liberalismo" signifique, y tenga que ver con una forma "moderna" (o quizás no) de funcionamiento gubernamental .
    2.- Creo que se puede reinterpretar la "falta de sentido" de las democracias-capital-parlamentaristas (como las tilda Badiou) como un "no-sentido que da sentido". La posmodernidad se puede leer en esos términos: es el nihilismo que (de forma escondida) termin destinando (Agamben dirá que destina "la pura vida", o "el ser oikonómico"). El problema quizás está en la explicitación de éste destino (el discurso liberal, pos moderno, nunca aceptaría esta lectura de no-destino que destina).
    3.- Es siempre peligroso (el ejemplo biopolítico nazi es recalcable) pedir que un programa político "dé sentido a nuestra existencia". Es aqui en donde entra toda esta gama de autores que están viendo con Herrán; apesar de que algunos como Badiou afirman que "lo que no tiene riesgo no salva", hay otros como Nancy o Agamben, que son mucho más cautos: ellos dirán que la comunidad no tiene un "sentido" sustancial (necesario), sino "existencial" (contingente, del acontecimiento) y que (segun Agamben) se aproxima a la Idea de "la infinita posibilidad del ser". (Para adentrarse en esta idea: "La comunidad que viene" de G.A, y "La comunidad desobrada" de Nancy). Es decir: debe seguir siendo pensada esa "necesidad de dar sentido a la existencia"
    4.- Me gusta la idea de "la política sin política": es el resultado de esa inconformidad con asociar la gestion de los asuntos humanos (discusiones parlamentarias, elecciones tediosas, etc) con "la política"(entendida como momento de ruptura, de aparición de "inexistentes", etc).
    ¿Qué opinas?, una disculpa por la extensión. Saludos

    Francisco

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  3. Se agradecen los comentarios motivantes para entrarle a lecturas más clavadas de filosofía política contemporánea. Estaría bueno juntarnos a charlar estas cosas. Saludos a todos.

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  4. Armando: entiendo lo que quieres decir, la crítica de Schmitt no derrumba las pretenciones mismas del liberalismo por tener una sociedad tolerante, de hecho eso mismo es lo que logra. Lo que hace Schmitt es señalar un trade-off importante, cambiamos nuestras convicciones por escepticismo, nuestra voluntad por afirmarnos por la garantía de que no nos den muerte. Pero toma en cuenta que este trade-off, esta decisión por escoger cualquiera de estas dos vertientes, no está disponible para todos -de hecho no creo que esté disponible para nadie. Lo que bien puede ser una profunda decisión para el ser humano, elegir entre el pensamiento suave o la nece(si)dad ontológica, se convierte en una imposición por el statu quo que -por ejemplo- ni tú ni yo escogimos. Cabe preguntarse hasta qué punto somos realmente libres, no crees??
    Por cierto, "... por supuesto que el liberalismo renuncia a la posibilidad de darle sentido a la existencia de los individuos, ese es el punto de partida no la consecuencia.", no concuerdo. No creo que se pueda considerar el liberalismo como algo deseable empezando por la premisa de soslayar el sentido de la existencia de los individuos. Yo creo que el punto de partida es el esterilizar la posibilidad de ser matado por el otro (literal), lo cual repercute en todo lo demás que ya escribí. En ese sentido sí es una consecuencia y no una premisa.
    Francisco, en un rato te respondo.

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  5. Ahora sí, perdón por tardarme tanto.
    Haré un comentario en referencia a cada punto que hiciste:
    1. Creo concuerdo contigo hasta cierto punto, en gran medida los dos grandes proyectos políticos del siglo XX (democracia liberal y totalitarismo)concuerdan en muchos puntos en los que no esperábamos que concordaran -se parecen más de lo que creen. Justo como dijo Herrán, ambos hicieron uso de una política "tecnológica" que permite su ejecución, ambos requerían de cierto sustento popular, ambos utilizaron aparatos de representación. Pero si en algo discernían era en acumulación de poder: en el caso totalitario, la soberanía estaba depositada o en un individuo o en un partido (como el partido comunista). Esto hacía que el poder siempre estuviera en disposición de ser usado, a diferencia de la democracia liberal.
    ¿A qué quiero llegar? a que el poder consensuado no es lo mismo que el poder cristalizado (piensa en una monarquía, por ejemplo). Y a que tal vez el problema no es moderno sino perenne: yace en la naturaleza efervescente de la democracia, tal como la entiende Badiou.
    2. Me gustaría que me explicaras tu punto más a fondo.
    3. Claro que es peligroso, ese es el punto!
    Pero más allá de eso, creo que cuando se piensa en un régimen siempre se piensa en arquetipos de ciudadano, modelos ideales. No todas las personas que habitan en el régimen deben de ser pensadas en cuanto a este (queremos pensar a los demócratas en democracias, no en monarquías). No sorprende entonces, que con Schmitt no sólo se nos invite a pensar en la forma de ejecutar el poder, sino para quién está siendo ejecutado.
    Ahora que, si aceptamos la tesis de Ranciere de la inexistencia de una metanarrativa histórica, entonces estas son preguntas que ni siquiera deberíamos formular.
    4.Gracias, concuerdo.

    Por cierto, creo que te confundiste, quien habló de la policía fue Agamben.
    Muchas gracias por comentar, me da mucho gusto que me pongan a pensar (ambos).

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  6. Hola Daniel,
    Igual te responderé en algunos puntos.
    1.- Quizás la distribución de poder es distinta (incluso eso me parece debatible, dado que, pensandolo como Rancière, al fin y al cabo es una oligarquía con caras diferentes), pero en esencia el funcionamiento de la maquinaria gubernamental me parece que es el mismo. De hecho, concuerdo en que no es una cuestión moderna (en donde se quedaría Foucault), sino que es la historia del poder constituido mismo. Otra respuesta a lo que dices: cuando mencionas que en el "partido comunista se acumulaba el poder", bien podemos decir que, en lo general, lo que importa en una democracia parlamentaria son "los partidos-estado" (una sugerencia valiosa que hace Badiou al mostrar la fragilidad de, tanto el Partido-Estado, como Los Partidos-Estado).
    2.-Claro que explico mejor mi punto: podemos decir que la modernidad, leyendo a Kant por ejemplo, creía haber encontrado el medio para dar sentido a nuestra existencia: la razón humana. Llegó la posmodernidad y nos quedamos sin "fines definidos para la existencia". Lo que quiero decir es lo que propone Herrán en "Rorty y el espejo de la democracia liberal" : aquello que se dice ser "no destinante" (las demos parlamentarias liberales) SÍ terminan destinando (aunque nunca lo reconozcan). El nihilismo (el "todo se vale") nos destina como seres "puramente biológicos" (lo único que los gobiernos de hoy deben garantizar es "la vida", o extendiendolo, "la eficiencia económica"). Mi punto es que nunca se puede dejar de "destinar" o "metanarrar" la realidad. Quizás sería mejor explicitar "los supuestos", o "tomar una decisión" (muy a la Schmitt). O quizás, como diría Agamben, pensar en un destino "no sustancial", sino "existencial" que se apegue a una Idea ( la de la infinita posibilidad del ser, como te había dicho).
    3.- Es peligroso, pero entonces no entendí en tu entrada cuando decías : "A los ojos de Schmitt, la consecuencia es que tenemos un Estado donde se diluyen las diferencias sin capacidad alguna de tener grandes proyectos unificadores". En verdad lo veía como una crítica que me decía: "necesitamos un sentido existencial, un proyecto unificador, etc". Quizás lo malentendí.

    Agamben también habla de policía, por supuesto (ver "Moyens sans fin", la nota sobre la policia soberana), pero en el sentido en el que me refería fue justamente acuñado por Rancière en "El Desacuerdo" (p. 35 Ediciones Nueva Visión).

    Saludos

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  7. Daniel, no concuerdo en muchos puntos pero no importa; mis cuestiones son muy aburridas en comparación con las de Francisco.

    Francisco, siempre que te leo me surge la pregunta: bien, es cierto, no podemos dejar de pensar (que dicho de paso, y a pesar de las críticas, la posmodernidad, más que suspender el pensamiento lo ha reanimado y multiplicado) pero... ¿y luego? ¿qué piensas que sigue? ¿seguir pensando? coincido en muchos diagnósticos y planteamientos pero me parecen estáticos... contemplativos... ¿qué piensas?

    Solo como comentario, a mi, en particular, me gusta voltear a los intentos por dinamitar el statu-quo: el postfeminismo, la pospornografía, el transhumanismo, la experimentación con drogas, el poliamor, la propia ciencia ficción... me agradan por dispersas y arriesgadas. Simplemente ¿cómo cambiaría nuestra vida inmediata si elimináramos el concepto de sexo y todas sus implicaciones?

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  8. Es claro que conoces mucho más sobre la literatura posmoderna que yo, Francisco. Sería bueno si me recomiendes algo un día de estos. Saludos.

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